Fox, el alto vacío |
Periódico Reforma
11 Jun. 12
Aquel día, en Los Pinos,
el presidente Fox entró cabizbajo, triste, dolido. Lo esperábamos, como todos
los lunes en la tarde, a la reunión llamada "sinergia-PAN" donde se comentaban
algunas labores de gobierno, legislativas y del partido. No llegó erguido. Tenía
mirada y voz afligidas. Era 5 de julio del 2004. Las especulaciones sobre la
sucesión presidencial estaban en su clímax. Marta Sahagún gozaba la televisión,
sonaba y soñaba la candidatura del PAN.
Un ujier militar abrió la enorme puerta de madera que separa la biblioteca del despacho presidencial. Apareció un Fox abatido. Inmediatamente al saludar a Luis Felipe Bravo Mena, entonces presidente del PAN, soltó unas palabras que parecían genuinas: "tenían razón...tenían razón...me lo dijeron...me lo dijeron". Contrito afirmó nunca más separarse del PAN. Lamentó lo ocurrido. Se dijo víctima de una traición y lloró la ingratitud. ¿Cuál? Su secretario particular, hombre de su confianza, le había dado un navajazo por la espalda con una renuncia-acusación, donde impugnó al propio Presidente y a su esposa.
Ese fue un día negro para Fox. Me imagino de los peores momentos personales durante su gobierno. Entonces la dirigencia panista y el panismo fueron solidarios con él. Como siempre, lo acompañaron, arroparon y respaldaron. ¡Vueltas da la vida! Seguro ya olvidó aquel suceso. Ahora, espantado por una encuesta, clamó contra su propia hazaña. ¡A meter al PRI a Los Pinos! ¡Qué pena! El hombre que calzó las botas de la insurrección cívica hace 12 años, hoy se disfraza con las chanclas de la puñalada trapera.
Carlos Castillo Peraza, ex presidente panista, lo tenía claro. Cuando se refería a Fox le apodaba "el alto vacío". A su juicio no tenía nada en la cabeza, sólo ocurrencias. En la precampaña presidencial panista, le escuché decir: "usa al PAN... tarde o temprano lo traicionará". Profecía.
Tiempo atrás, en los años noventa, hay otra historia protagonizada por Diego Fernández de Cevallos, quien promovió una reforma a la Constitución, con el fin de que un mexicano hijo de padres extranjeros pudiera ser presidente de la República. La madre de Vicente Fox era española. No podía haber distingos entre mexicanos y el PAN se volcó en ese empeño igualitario, que nunca intentó ni para su fundador, Manuel Gómez Morin, también hijo de padre español. ¿Valoraría Fox ese logro al rendirse a Peña Nieto?
Recordado lo anterior, creo, sin embargo, irrenunciable el derecho a cambiar de opinión. En democracia y desde el aprecio a la libertad, no se le puede regatear a nadie su prerrogativa a mudar de partido o parecer político. No es necesariamente democrático abrazar ideas a perpetuidad. No traiciona quien ayer votó PAN y hoy quiere votar PRI, porque es privilegio del ciudadano alterar o variar el apego a un candidato.
Alquilar doctrinas, festejar olas mediáticas de ocasión o deslizarse cobardemente en las encuestas es posible gracias a la independencia y autonomía personal; éstas, notas esenciales de la democracia; aquellas, triste oportunismo.
Castillo Peraza en uso de esa libertad renunció al PAN. Cambió de parecer, e incluso en el año 2000 no votó por Vicente Fox. Muchos de sus amigos saben que sufragó por Gilberto Rincón Gallardo. Cuando le cuestioné al yucateco su falta de apoyo a Fox, espetó: "No se puede sustituir al PRI con la nada".
Y ese es el reclamo a Fox: está vacío de banderas, por eso anuncia la hueca subasta del "voto útil". No tiene credo político a preservar.
El voto por el PAN es utilísimo. Útil por sí mismo porque representa la defensa de la libertad frente al PRI y al PRD, independientemente del resultado electoral. La bandera no se rinde, se ondea hasta vencer o morir en la raya.
Castillo Peraza tenía razón. Fox está vacío; y no sólo de ideales, sino también de memoria y gratitud.
En esta campaña vale recordarle a Fox, a los pregoneros del "voto útil" y todos los que no creen en el triunfo de Josefina Vázquez Mota, la misma sentencia castillista: "No se puede sustituir al PAN con la nada".
Un ujier militar abrió la enorme puerta de madera que separa la biblioteca del despacho presidencial. Apareció un Fox abatido. Inmediatamente al saludar a Luis Felipe Bravo Mena, entonces presidente del PAN, soltó unas palabras que parecían genuinas: "tenían razón...tenían razón...me lo dijeron...me lo dijeron". Contrito afirmó nunca más separarse del PAN. Lamentó lo ocurrido. Se dijo víctima de una traición y lloró la ingratitud. ¿Cuál? Su secretario particular, hombre de su confianza, le había dado un navajazo por la espalda con una renuncia-acusación, donde impugnó al propio Presidente y a su esposa.
Ese fue un día negro para Fox. Me imagino de los peores momentos personales durante su gobierno. Entonces la dirigencia panista y el panismo fueron solidarios con él. Como siempre, lo acompañaron, arroparon y respaldaron. ¡Vueltas da la vida! Seguro ya olvidó aquel suceso. Ahora, espantado por una encuesta, clamó contra su propia hazaña. ¡A meter al PRI a Los Pinos! ¡Qué pena! El hombre que calzó las botas de la insurrección cívica hace 12 años, hoy se disfraza con las chanclas de la puñalada trapera.
Carlos Castillo Peraza, ex presidente panista, lo tenía claro. Cuando se refería a Fox le apodaba "el alto vacío". A su juicio no tenía nada en la cabeza, sólo ocurrencias. En la precampaña presidencial panista, le escuché decir: "usa al PAN... tarde o temprano lo traicionará". Profecía.
Tiempo atrás, en los años noventa, hay otra historia protagonizada por Diego Fernández de Cevallos, quien promovió una reforma a la Constitución, con el fin de que un mexicano hijo de padres extranjeros pudiera ser presidente de la República. La madre de Vicente Fox era española. No podía haber distingos entre mexicanos y el PAN se volcó en ese empeño igualitario, que nunca intentó ni para su fundador, Manuel Gómez Morin, también hijo de padre español. ¿Valoraría Fox ese logro al rendirse a Peña Nieto?
Recordado lo anterior, creo, sin embargo, irrenunciable el derecho a cambiar de opinión. En democracia y desde el aprecio a la libertad, no se le puede regatear a nadie su prerrogativa a mudar de partido o parecer político. No es necesariamente democrático abrazar ideas a perpetuidad. No traiciona quien ayer votó PAN y hoy quiere votar PRI, porque es privilegio del ciudadano alterar o variar el apego a un candidato.
Alquilar doctrinas, festejar olas mediáticas de ocasión o deslizarse cobardemente en las encuestas es posible gracias a la independencia y autonomía personal; éstas, notas esenciales de la democracia; aquellas, triste oportunismo.
Castillo Peraza en uso de esa libertad renunció al PAN. Cambió de parecer, e incluso en el año 2000 no votó por Vicente Fox. Muchos de sus amigos saben que sufragó por Gilberto Rincón Gallardo. Cuando le cuestioné al yucateco su falta de apoyo a Fox, espetó: "No se puede sustituir al PRI con la nada".
Y ese es el reclamo a Fox: está vacío de banderas, por eso anuncia la hueca subasta del "voto útil". No tiene credo político a preservar.
El voto por el PAN es utilísimo. Útil por sí mismo porque representa la defensa de la libertad frente al PRI y al PRD, independientemente del resultado electoral. La bandera no se rinde, se ondea hasta vencer o morir en la raya.
Castillo Peraza tenía razón. Fox está vacío; y no sólo de ideales, sino también de memoria y gratitud.
En esta campaña vale recordarle a Fox, a los pregoneros del "voto útil" y todos los que no creen en el triunfo de Josefina Vázquez Mota, la misma sentencia castillista: "No se puede sustituir al PAN con la nada".
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