La inmaculada autonomía sindical
JAVIER LOZANO
lunes, 21 de mayo de 2012
Periódico El Universal
Los abusos y privilegios de líderes sindicales en
México no son novedad. Forman parte de nuestro folclórico mosaico
político. En nombre de los derechos de los trabajadores y en defensa de
la bendita autonomía sindical se cometen todo tipo de excesos, tanto
patrimoniales como retóricos.
La autonomía sindical es un principio y derecho
universalmente reconocidos. En México está consagrado en el Artículo 123
Constitucional. Se trata de respetar y evitar toda injerencia externa
en la vida interna de los sindicatos.
El problema es que, en aras de respetar al máximo esa
autonomía, la Ley Federal del Trabajo, promulgada en 1970, introduce
preceptos que se traducen en auténticos incentivos para el abuso de los
líderes en detrimento de los trabajadores y en agravio de la sociedad.
Esta es la realidad: todo centro de trabajo debe tener
contrato colectivo entre el patrón y un sindicato; todo trabajador de
esa empresa debe pertenecer a ese sindicato; la cuota sindical del
trabajador le es retenida obligatoriamente por el patrón (cual
impuesto); teóricamente, el líder del sindicato debe rendir cuentas en
asamblea cada seis meses pero su incumplimiento no conlleva sanción
alguna (es norma imperfecta, pues); la elección --y reelección-- de la
directiva de los sindicatos no tiene que ser por voto libre, directo y
secreto, sino mediante mecanismos que permiten al líder identificar
quién está con él y quién no, con sus consecuencias; la osadía de pedir
cuentas sobre el destino y aplicación del patrimonio sindical puede
indignar al líder, también con sus consecuencias; y esas consecuencias
podrían conducir a la expulsión del agremiado del sindicato, a través de
cómodas comisiones "de honor y justicia" con el desenlace monstruoso de
ser despedido de su trabajo, sin derecho a liquidación, a petición del
ofendido líder sindical. Todo esto, sí, todo, al amparo de la ley
vigente.
Sea por miedo a amenazas y reacciones de los gremios;
sea por conveniencia política, o por ambas, esta situación prevalece
intacta. El PAN presentó su iniciativa de reformas y adiciones a la Ley
Federal del Trabajo el 18 de marzo del 2010 (reforma laboral) misma que
busca atajar, de una vez y por todas, estos abusos, excesos y opacidad
en la vida sindical.
La reacción del PRI y de los liderazgos sindicales que
le acompañan y pertenecen (se pertenecen unos y otros) fue de tronante
descalificación y la propuesta se turnó a la conocida y atiborrada
congeladora de San Lázaro.
Un año después vino la iniciativa de reforma laboral
del PRI, coincidente en muchos aspectos con la del PAN, pero dejando a
salvo, para no ser tocado ni con el pétalo de una coma, el capítulo de
la autonomía sindical.
La reforma laboral del PAN plantea: voto libre y
directo para elegir directivas de sindicatos; prohibir a los patrones
retener, del salario de los trabajadores, las cuotas sindicales;
rendición de cuentas obligatoria (sanción por incumplimiento) por todo
medio posible cada semestre; dictamen de auditor externo de los
resultados de la gestión presupuestal en sindicatos de más de 150
agremiados; y eliminar la cláusula de exclusión por separación a fin de
impedir que un trabajador sea despedido por ser expulsado o abandonar su
sindicato.
Y como el miedo no anda en burro, el PRI ahora se
dispone a cerciorarse de que la próxima Legislatura tenga cancerberos de
peso, palomeados por Peña, para evitar cualquier nueva intentona de
meterse con la inmaculada autonomía sindical. Lo hacen como de
costumbre, clavando en sus listas plurinominales para ambas cámaras a
distinguidos cuadros dirigentes de distintos sindicatos y centrales.
En efecto: como premio por no haber avanzado en
dictaminar la reforma laboral, pese a haber sido su mandato expreso, el
hoy diputado federal y líder mexiquense de la Confederación de
Trabajadores de México, Armando Neyra, va como número tres al Senado.
Le acompaña en tan importante misión el líder petrolero
Carlos Romero Deschamps en el lugar 7; y el líder de los burócratas,
Joel Ayala, en la novena casilla de tan privilegiada lista.
Y a San Lázaro, también vía plurinominal, va quien hoy
ocupa la Presidencia de la Comisión del Trabajo del Senado, número dos
de la CTM, Carlos Aceves del Olmo. Tendrán igual suerte Patricio Flores
(líder del sindicato de radio y televisión); Ricardo Aldana (tesorero
del sindicato petrolero) y Adrián Sánchez Vargas (líder del sindicato de
azucareros).
Puede la ciudadanía hacer algo más que indignarse ante
los abusos, privilegios y excesos sindicales. Puede votar por quienes
estamos a favor de un cambio radical en la materia y dispuestos a
remover obstáculos que impiden o limitan el desarrollo del país. Por
contra y para que conste: votar por Peña Nieto y los candidatos del PRI
al Congreso de la Unión significa consentir, tácitamente, que
prevalezcan esos abusos, privilegios y excesos. Tú decides.
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