El calor de la cocina (o el miedo al debate) |
Javier Lozano Alarcón
23 Abr. 12
23 Abr. 12
Periódico El Universal
No entiendo la democracia sin libertad ni ésta sin información, sin
conciencia. ¿Cómo puede haber voto razonado en comicios democráticos sin
la oportunidad de apreciar las opciones del menú?
El abanderado
del PRI, Enrique Peña Nieto, encontró la puerta fácil para huir de esta
discusión. No quiere compararse, medirse, someterse al rigor del
escrutinio entre ser y parecer. Dice el priísta que no pretende dividir a
los mexicanos y por eso no responderá a lo que ha llamado "guerra
sucia" y descalificaciones. Cuánta razón tenía Abraham Lincoln al
afirmar que la demagogia es la capacidad de vestir las ideas menores con
las palabras mayores.
No, señores. No estamos frente a un mero
concurso de popularidad ni presenciamos un certamen de belleza (aunque
por el contenido y tono de algunas de sus expresiones pareciera que en
esas andamos). Se trata de un proceso por el que serán renovados dos de
los tres Poderes de la Unión.
Así, obvio es que, en campaña, los
participantes quieran mostrar sus fortalezas y exhibir las debilidades
del otro frente al electorado. Natural resulta que se pretendan aderezar
los atributos de los candidatos, sus partidos y resultados en la
gestión pública, al tiempo de minimizar el potencial de los adversarios.
Si el PRI centra su principal argumento para convencer a los
mexicanos en la supuesta palabra cumplidora de su abanderado y ex
gobernador del Estado de México, tiene el PAN todo el derecho del mundo
de buscar el desmoronamiento de esa supuesta fortaleza con pruebas que
demuestren lo contrario.
Se trata de ver en manos de quién o
quiénes vamos a poner el manejo de los recursos públicos y las grandes
decisiones y acuerdos tendientes a construir mejores políticas públicas y
proyectos.
¿A quién confiarías una noche tu casa con tus hijos
dentro? ¿En manos de quién pondrías tu pequeño negocio en caso de
ausencia? ¿A quién pedirías que manejara tus ahorros para invertir en el
mercado de valores? ¿Quién tendría el temple para asumir el timón de un
navío o tomar la mejor decisión piloteando un avión frente a una
tormenta perfecta en plena travesía? ¿Quién combatiría al narco y quién
pactaría con él?
En el fondo, el rechazo a las campañas de
contraste y a los debates encierran un miedo brutal a ser exhibidos de
cuerpo entero y al desnudo frente al electorado. Que crean que soy como
Pancho Pantera: fuerte, audaz y valiente. Que piensen que, de verdad, lo
mío, lo mío, lo mío es ser cumplidor. Que olviden el pasado lejano y el
reciente; que nos perdonen porque ya aprendimos; que soy Paquito y no
haré más travesuras.
Más aun: como buena oposición, critiquémoslo
todo; congelemos las iniciativas de reformas estructurales del partido
en el gobierno y del Presidente; luego sigamos criticando al Ejecutivo
federal y al PAN para, finalmente, hacer propias esas iniciativas como
promesas de campaña. Sí, de ésas que no sabemos cumplir pero que sabemos
bien cómo vender. Ah, y de paso, escuchemos conversaciones privadas y
filtrémoslas para entretener al adversario. Esa no es guerra sucia. Es
táctica.
Al parecer, se ha hecho ya toda una escuela y se ha
dictado línea al interior del PRI pues, en Puebla, su candidata al
Senado, Blanca Alcalá, usa como pretexto para no debatir problemas de
agenda. Insisto, en el fondo, temen y por buenas razones. Embona bien
aquí la enseñanza de Platón al decir que "un hombre que no arriesga nada
por sus ideas, o no valen nada sus ideas, o no vale nada el hombre".
Hizo
lo correcto el IFE al mantener al aire los spots del PAN que muestran,
con la crudeza necesaria para voltearlos a ver, los compromisos
incumplidos del candidato supuestamente cumplidor. Pero ahora toca a los
ciudadanos exigir que haya debates y en el formato más libre que se
pueda, aunque no se les llame como tal y aunque no sean auspiciados por
el órgano regulador de las elecciones. Y no nos salgan con que no
debatimos porque "no queremos dividir al país". El país ya está dividido
entre honestos y corruptos; entre responsables y negligentes; entre
quienes buscamos el poder para servir con él y aquellos que lo añoran
para servirse de él. Para eso es el contraste. Para ver de qué bando
está cada quien.
En pocas palabras: al que no le guste el calor que no se meta a la cocina.
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